A veces pienso que, a nivel social, vivir en una urbanización es como vivir en un camping. En el sitio en el que vivo actualmente buena parte de las familias hacen vida hacia dentro de la urbanización, igual que sucede en el camping. De hecho, los espacios comunes de la urbanización tienen ese sentido, ¿no? Me refiero a la piscina, el parque, el gimnasio, la sala de reuniones, etc.
Si la urbanización no es muy grande, como es el caso de la que vivo en la actualidad, todo el mundo termina conociéndose… igual que un camping. Aunque los campings son, por lo general, la antítesis del glamour, a final resulta que tienen más en común con las ‘urbas’. Y como en todos los campings, aquí también surgen tensiones, envidias y choques dialecticos… ¡qué aburrimiento!
Dos vecinos han chocado en repetidas ocasiones por el uso de sus terrazas. Han iniciado una especie de guerra fría que amenaza con calentarse con el paso de los meses. Teóricamente se debe a que uno de ellos colocó lonas a medida para tapar la terraza en caso de inclemencias del tiempo, pero eso no estaba permitido según el reglamento de la urbanización o algo así… El caso es que el vecino en cuestión no lo ha quitado todavía, así que el otro ha contraatacado colocando una televisión e invitando a los amigos para ver los espectáculos deportivos… Y si molesta al otro con el ruido, pues molesta…
En el fondo de todo ello no están ni las lonas a medida a ni la televisión (creo que, además, uno es del Real Madrid y el otro del Atlético, ¡menudo percal!), el problema real es, simple y llanamente la envidia, la envidia que tiene su origen en el contacto excesivo entre vecinos en este tipo de entornos…
Estas mismas tensiones las he visto tantas veces en pueblos, por unas lindes no muy bien definidas o en los mencionados campings, hasta por la belleza de los rosales del vecino… Pero hasta yo que no quiero meterme en nada de esto me he enterado todo… porque me lo ha contado el vecino. Aquí no hay quien viva…