Recuerdo que hace unos años leí que alguien famoso decía que ‘estaba aprendiendo a ser padre’ cuando le preguntaban cómo llevaba su paternidad. Aquella frase me hizo reflexionar, ya que ‘mi momento’ también se acercaba… Ahora que ya voy entendiendo algunas cosas estoy todavía más de acuerdo con la reflexión del famoso de la entrevista. Y es que todos los días tienes que aprender (y reaprender) algo nuevo cuando tienes un hijo.
Cuando ahora vuelvo a casa de mis padres siempre aprovechan para enseñarme fotos de cuando era yo era muy pequeño. “Mira como te pareces a él”, me dicen. Una de las fotos que más me han impactado es en la que aparezco con uniforme de colegial con tres años o así. Iba con un mandilón a rayas y se podían distinguir los zapatos gorila, un clásico que creo recordar heredé de alguno de mis hermanos. Y entonces recordé lo poco que me gustaba ir al colegio…
Yo era de los me enrabietaba cuando tocaba la famosa vuelta al cole. No recuerdo por qué no quería ir, si sería que no tenía ganas de madrugar, que no me gustaban los profesores, o que estaba muy cómodo en mi casa, pero era un hecho que no lo llevaba nada bien, sobre todo los primeros días.
Hay que tener en cuenta que por aquellos tiempos no era tan común que las madres trabajasen, con lo que se solían quedar con los hijos hasta que la escolarización fuese obligatoria. Ahora es diferente, y las guarderías acogen a los niños desde que tienen pocos meses.
El nuestro ha empezado ya a la guarde y a mí me ha tocado revivir algunos de aquellos primeros recuerdos. Hasta he buscado sin éxito aquellos zapatos gorila que llevaba en la foto, pero todo el mundo se me ha echado encima, y tienen razón, ya compraré unos nuevos, en todo caso.
A mi hijo, de momento, no parece afectarle mucho la guardería. Al ser mucho más pequeño que yo cuando me incorporé no se da tanta cuenta de las cosas. Pero cuando voy a recogerlo, siempre que me ve, llora, y me hace recordar mis propios berrinches, como si yo también estuviera volviendo al cole, treinta años después…