Aunque a lo largo de mi carrera he tenido que trabajar esporádicamente en casa nunca me había pasado estar tanto tiempo haciendo de mi hogar la oficina. Como nos ha sucedido a muchos, pensamos que al principio serían un par de semanas y luego fueron meses y meses. Entre los servicios que ofrezco está el de diversos cursos para trabajadores y empresas. Cuando se inició el tema de la pandemia me cancelaron varios, pero no había otra opción. Fue un poco más adelante cuando empecé a valorar la posibilidad de llevar la formación presencial a la pantalla del ordenador.
En realidad, no tenía muchas alternativas porque era o hacerlo así o no hacerlo. De hecho, estuve hasta el último momento negociando con un aula, pero lo tuve que dejar. Y entonces ofrecí los cursos online esperando no perder muchos clientes. Pero la respuesta fue muy positiva. Me di cuenta que la mayoría de la gente estaba mucho más acostumbrada que yo a las videollamadas y las aplicaciones para reuniones virtuales.
Pero no sería tan fácil para mí porque nunca me había visto en una situación así. Lo primero era cambiar un poco mi despacho. Ahora mis alumnos me verían en él y debía dar una buena impresión. Coloqué un estor nuevo en vez de la cortina gastada que ya llevaba tiempo queriendo tirar y puse una planta por aquí y un cuadro por allá. Sé que muchas personas se colocan delante de un fondo agradable para dar buena impresión, pero en mi caso tengo que usar el PC para las reuniones por lo que debo estar en el despacho.
En realidad, es mejor esto que el portátil porque de cara a compartir documentos y otras funciones de la aplicación es más cómodo desde el PC. Pero, eso sí, además del estor he tenido que añadir nuevo equipamiento técnico como unos auriculares en condiciones y una nueva webcam. Que, por cierto, esta clase de aparatos se han encarecido muchísimo… por la alta demanda, claro. A pesar de todo, me estoy sintiendo bastante cómodo con la enseñanza online que puede ser una buena opción de futuro.