Llevo tiempo intentando relativizar más en todos los ámbitos, sobre todo en el laboral. Veo que yo también he caído en las redes del estrés: me duermo pensando en trabajo y me levanto pensando en trabajo. Cuando el trabajo te absorbe tanto que uno empieza a dormir mal, es que hay un problema. Pero es que además el exceso de trabajo también me estaba convirtiendo en peor persona: cuando algo me salía mal lo pagaba con las personas que tenía al lado, aunque no tuvieran nada que ver con el asunto.
Puedo poner de ejemplo un altercado que tuve hace un tiempo en uno de mis trabajos. Tenía que impartir un curso de coaching. Lo acepté sin valorar bien la situación ya que estaba hasta arriba de trabajo, pero no supe decir que no, y una vez comprometido ya no había marcha atrás. Pero así fue como entré en aquel lugar con mal pie. Cuando llegué al aula monté en cólera porque no funcionaba bien el proyector.
En otra situación, habría intentado arreglármelas sin él, o tener un poco más de paciencia. Pero me presenté ante el bedel que era también la persona encargada del material y actúe con mucha rudeza. El pobre chico me dijo que le habían pedido que mirara proyectores online y que comprara uno que sustituyese al viejo que se había estropeado pero al menor coste posible. Así que, como no le habían dado más dinero, había comprado uno no muy bueno…
Mientras el chico me explicaba la situación, yo seguía poniendo tenso y al final la pagué con él, que tampoco tenía la culpa. En todo caso, debía haber ido a la dirección a quejarme por no ofrecer a los profesores contratados el material necesario para impartir adecuadamente un curso de formación de aquel tipo.
A la semana siguiente, me fui a disculpar con el chico del material. Y me puse con él a mirar proyectores online para aconsejarle, por si en otra ocasión le volvían a hacer la faena. Con todo aquello me di cuenta de que el estrés se estaba apoderando de mí y bajé el ritmo: realmente no merece la pena vivir estresado por el trabajo.