El uso generalizado de móviles y smartwatches ha relegado los relojes convencionales a un segundo plano. Sin embargo, la Relojería en Vigo, Barcelona o Madrid continúa siendo un sector próspero, para el que el ‘tiempo’ no parece transcurrir.
Son muchas las curiosidades que rodean a este «instrumento que sirve para medir el tiempo», como sucintamente lo define la Real Academia Española (RAE). Sus orígenes se remontan 3.000 en la historia, hasta que durante el Antiguo Egipto apareció la clepsidra, una especie de reloj de agua, y el reloj de sol en época de Tutmosis III.
Le seguiría el reloj de arena inventado en el siglo VIII que permitía consultar la hora sin importar que fuera de día o de noche. Sin embargo, el primer reloj tal y como lo conocemos no surgió hasta el siglo XIII, y era una maquinaria demasiado pesada para ser transportada, razón por la que permanecía en lugares públicos.
El reloj de bolsillo o de faltriquera se inventaría en la Francia del siglo XV, aunque su perfeccionamiento correría a cargo del cerrajero y relojero alemán Peter Henlein. Por primera vez, el ser humano podía desplazarse donde quisiera sin perder la noción del tiempo, un raro privilegio hasta el momento. Estos relojes supusieron un boom para la industria relojera, y no tardaron en aparecer modelos con tapas en oro, esmaltadas, etcétera. Incluso el rey Luis XI de Francia encargó en 1481 un reloj equipado con un cuadrante que emitiera sonidos al pasar las horas.
Mucho antes de que Casio asombrara al mundo con el modelo Casiotron en 1974, fueron inventados los relojes de pulsera. Aparecieron en 1812 y fueron desarrollados por encargo de María Carolina de Austria, Reina de Nápoles. Este origen ayuda a entender la siguiente curiosidad: los relojes de pulseras fueron utilizados mayoritariamente por mujeres en sus comienzos. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, su uso se generalizó entre los soldados de las fuerzas beligerantes, popularizándose después entre los civiles varones.