¿Vale la pena elaborar derivados lácteos en casa?

En Internet se ha puesto de moda el “hazlo tú mismo” en la cocina. Comenzamos cociendo pan durante el confinamiento y no ha faltado quienes han llevado esto al extremo y ahora pretenden hacer todo tipo de alimentos que antes compraban ya elaborados, como por ejemplo los derivados de la leche. Pero ¿vale la pena hacer yogures, mantequillas o incluso quesos en casa? Vamos a dar respuesta a esta pregunta.

Los yogures suelen ser el primer experimento que se lleva a cabo cuando se quieren preparar en casa derivados lácteos. Aunque hay formas alternativas de prepararlos, comprar una yogurtera suele ser la manera más habitual de hacerlos. Salen algo más baratos que comprados, aunque tampoco hay una diferencia de precio extraordinaria y además, siempre hay que comprar un yogur para tener fermento para hacer el resto.

Supuestamente, el yogur se hace en casa no para ahorrar dinero sino para asegurarse de que sea totalmente natural. Pero esto es algo que se puede conseguir de manera muy sencilla eligiendo una marca que no tenga conservantes ni colorantes artificiales y que tenga muy claros los ingredientes que usa para sus yogures. Además, al comprarlos nos aseguraremos de que tienen la textura adecuada y no habrá que añadir otros productos como leche en polvo.

El caso de la mantequilla es más difícil de entender. Hacer yogur con una yogurtera es fácil y es normal caer en la tentación, pero hacer mantequilla es trabajoso y no siempre sale bien. A mucha gente se le corta la nata o no llega a adquirir la textura adecuada. Con lo cual, al final el producto acaba por el fregadero abajo. Si se compra una mantequilla natural sin conservantes ni colorantes artificiales, no tiene por qué suponer ningún problema y tendremos una mantequilla justo en su punto, con el mejor sabor y sin tener que trabajar duramente para conseguirla.

Y vamos ahora con el caso de los quesos, seguramente el más preocupante, sobre todo cuando nos sumamos a la moda de hacerlos con leche cruda, es decir, que no ha sido pasteurizada. Si hacemos un queso con leche cruda nos exponemos a que las bacterias proliferen en la leche y acabemos tomando nosotros y nuestras familias un producto que puede ser un auténtico peligro para la salud. Y si usamos leche pasteurizada, el riesgo se reduce, pero sigue siendo un proceso bastante laborioso que no tiene mucha razón de ser hoy en día.