“Tienes algo ahí, no parece nada, pero es mejor que te revisemos en tres meses”. Y así me fui de la consulta, con la incertidumbre de que “hay algo ahí”. Porque claro, yo me quedé con esa parte de la frase, no con lo que venía después de que “no parecía nada”. Cuando me pasan estas cosas siempre pienso en que me gustaría tener un familiar médico que no me hablara con jerga o que no usara los manuales de tratamiento de pacientes para abordar un diagnóstico. Porque nunca me fio del todo de lo que me diga un médico, porque muchas veces ni ellos saben lo que hay.
Sé que lo habitual es confiar en los médicos (¿qué otra cosa podemos hacer?) pero en mi caso siempre siento un extraño cosquilleo, como si siempre me faltara algo de información, por eso nunca me quedo a gusto después de ir al médico. No cabe duda de que tengo un carácter un tanto especial, y a veces me dicen que soy hipocondríaca, pero también es cierto que he vivido bastantes situaciones difíciles. Por ejemplo, la que padeció mi madre con el cancer de mama.
Eran otros tiempos, y había otros medios, pero mi madre sufrió bastante en un principio para ser diagnosticada. Yo era muy joven y también sufrí mucho, como el resto de mi familia, y desde entonces me ha quedado una especie de trauma con los asuntos médicos, y más si se trata de cáncer. Debido a que soy un grupo de riesgo por antecedentes familiares debo hacerme pruebas periódicas cada cierto tiempo. Y la última vez que fui me encontré con esa frase que he comentado.
¿Me da miedo tener cancer de mama? Sí, pero sobre todo me da miedo el tratamiento y el proceso psicológico que conlleva. Sé que tendré el apoyo de mi familia, pero nunca es suficiente. Lo sé por experiencia propia. Al final, la persona enferma, por mucho apoyo que reciba está sola ante la enfermedad. Es así, y no hay nada que hacer. Dentro de tres meses espero saber algo más…